ESTABILIDAD Y CAMBIO. EL GRAN DESAFIO DEL DESARROLLO FAMILIAR.
ESTABILIDAD Y CAMBIO. EL
GRAN DESAFIO DEL DESARROLLO
FAMILIAR.
En primer lugar, la familia se puede
considerar como un sistema en constante
transformación, lo que significa que es capaz
de adaptarse a las exigencias del desarrollo
individual de sus miembros y a las exigencias
del entorno; esta adaptación asegura la
continuidad y a la vez el crecimiento
psicosocial de los miembros (Lila et al., 2000),
si bien es un proceso que ocurre debido al
equilibrio entre las dos fuerzas que prevalecen
en todo sistema: por un lado la tendencia hacia
la homeostasis o morfostasis, es decir la
tendencia a mantener estable el sistema
adaptándose a los cambios, y por otro, la
capacidad de desarrollo y de cambio, o
morfogénesis (Ochoa de Alda, 1995),
entendida como transformación, propia de
algunos organismos, como es el caso de
nuestra especie. Las fuerzas que empujan al
cambio provienen de los propios miembros de
la familia, de los sistemas con los que la
familia interactúa (mesosistema) y del propio
macrosistema donde se enmarca la familia.
No obstante, no podemos obviar dos
aspectos básicos en esta concepción aplicada a
la familia. Por una parte, que los cambios o
transformaciones, por lo general, suelen
comenzar produciéndose desde los elementos
más externos del sistema, mostrando más
resistencia al cambio a medida que nos
acercamos al núcleo del mismo. Ello es debido
a que los elementos más periféricos y recientes
suelen ser más vulnerables e influenciables por
otros sistemas, a la vez que manifiestan una
mayor predisposición al cambio y por tanto a
la intervención. Por el contrario, los elementos
internos, que suelen coincidir con los
primigenios del sistema, suelen estar más
protegidos de las influencias externas y
resultar así ser más estables, lo cual es lógico
al suponer que son la base sobre la cual se
constituye el sistema, según ha expresado
Andolfi (1993).

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